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Volcán

Extraído de El volcán, 2022. Narrador por Max Grosse

Klaus Mann, Alemania, 1906 - Francia, 1949

Tras una pausa que duró bastante rato, le preguntó con ternura—: ¿Es usted consciente de lo que significa…el exilio?

Aquella mujer rusa hablaba desde la penumbra, con una voz melosa, como si contase un cuento para los niños: —Es duro el exilio, mon pauvre enfant. Llegará un momento en el que se acordará de lo que le estoy diciendo. El exilio es duro. Como emigrante, uno no vale casi nada. No es muy respetado, ni mucho menos. La gente no nos quiere; apenas hay diferencia en si simpatizan con nuestras ideas políticas; en si rechazan o apoyan los motivos que nos han conducido a emigrar. Nos desprecian porque no tenemos ningún respaldo. En estos tiempos en que reina la colectividad, el individuo tiene que tener algún tipo de respaldo para resultar digno de respeto. Nosotros ni siquiera tenemos un consulado o una delegación a la que dirigirnos. No tenemos nada. Por eso nos desprecian…y donde menos estima nos tienen es aquí, en París, esta típica ciudad de emigrantes que está cansada de nosotros porque ya nos conoce demasiado bien. Aquí es donde se reúnen todos, desde hace décadas: los reyes destronados y los líderes proletarios; los húngaros y los rusos; los exiliados italianos y los españoles; los armenios, los yugoslavos, los griegos, turcos, búlgaros, sudamericanos…y ahora, además, los alemanes. ¡Hable usted alguna vez con alguno de estos apátridas que ya llevan diez o quince años aquí en París! ¡Pregúnteles lo que han vivido y han tenido que soportar aquí! Le resultará interesante, querida niña…

—Ayer por la noche estuve observando a uno —dijo Marion—. A ese conde húngaro que una vez fue primer ministro y que regaló todos sus bienes. Estaba sentado junto a nosotros en el Café Select, jugando al ajedrez consigo mismo.

—Ahhh… Pues deberían haber hablado con él. A veces tiene ganas de hablar, y entonces le cuenta a uno sus pequeñas y sus grandes decepciones; las humillaciones de todo tipo que tuvo que sufrir…¡Y pensar que antes era un gran señor! Habría sido enormemente revelador para usted. Pues, en el fondo, no es más que una principiante.

[Pausa, ahora sigue, queriendo entrar en detalle]

—Es usted una principiante en este duro y tormentoso negocio (si me permite calificar de «negocio» una forma de vida tan trágica como es el exilio). ¡No sois más que diletantes que no saben nada! Hay miles de pequeñas experiencias que casi no pueden describirse, incontables tormentos de las más diversas naturalezas, mucho dolor, esperanzas frustradas siempre; la monotonía y el desasosiego de la vida sin hogar; una añoranza que no cesa nunca…¡Ay, mi pobre Marion, todo esto junto y algunas cosas más que ahora mismo no puedo ni explicar, todo eso es el exilio!