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Manuel d’exil

Extraído de Manual de exilio, 2018. Narrado por Ivor Martinic

Velibor Colic, Bosnia, 1964

Tengo veintiocho años y llego a Rennes desde la antigua yugoslavia. Solo conozco tres palabras en francés: Jean, Paul y Sartre. También llevo mi cartilla militar, cincuenta marcos alemanes, un bolígrafo y una gran bolsa de deporte desgastada, color verde aceituna, de marca yugoslava. Dentro llevo pocas cosas: un manuscrito, algunos calcetines, un jabón deforme, una foto de la escritora Emily Dickinson, una camisa y media, un rosario, dos postales de la ciudad de Zagreb sin usar y un cepillo de dientes. Estamos a finales del verano de 1992, pero yo voy vestido como para una expedición al polo norte: dos chaquetas pasadas de moda, una bufanda larga, y en los pies unas botas de ante muy desgastadas por los mordiscos de la lluvia y el viento. Soy un ser liviano, un viajero de rostro marcado por un frío terrible, el último grado de la soledad, del cansancio y de la tristeza. Sin emociones, sin miedo ni vergüenza. Murmuro una queja estúpida e infantil, pero sé perfectamente que las palabras no pueden borrar nada, que mi lengua ya no significa nada, que estoy lejos, y que ese “lejos” se ha convertido en mi patria y en mi destino.

Poco a poco tomo conciencia de que soy el refugiado. El hombre sin papeles y sin rostro. El hombre sin presente y sin porvenir. El hombre de paso pesado y cuerpo deshecho. La flor del mal. Ya no tengo nombre, ya no soy ni mayor ni joven, ya no soy ni hijo ni hermano. Soy un perro mojado de olvido, una cicatriz pequeña en el rostro del mundo. Soy el refugiado. Ahora y mañana. Aquí y en cualquier parte».